jueves, 12 de diciembre de 2013

Lago Namsto

Namtso puede traducirse del idioma tibetano como "el lago celestial".
Un lago que se encuentra a una altitud de 4.718 metros, constituyendo el más conocido de los tres lagos sagrados tibetanos.
Una inmensa superficie de agua salobre cercada entre montañas a poco más de cien kilómetros de la capital del Tíbet, Lhasa, en el distrito de Damxung.
Su belleza, así como la solemnidad y pureza del paisaje que lo arropa lo convierten en uno de los lagos más bellos del planeta.
Namtso es el lago más grande del Tíbet, siendo el segundo mayor lago de agua salada de China tras el lago Qinghai.
Un pequeño mar de aguas azules y cristalinas que se alimenta del agua de las lluvias y del deshielo, donde el cielo despejado y las montañas se reflejan, conformando un entorno de gran belleza escénica. Este inmenso lago cuenta con cinco islas sagradas que se encuentran deshabitadas, de las cuales, la isla Liangduo es la más grande. Los budistas veneran a las cinco islas como la encarnación de los cinco budas Dhyani, conformando el lugar de retiro espiritual de los peregrinos.
Para acceder a ellas, los viajeros caminan sobre la superficie congelada de sus aguas cuando el invierno toca a su fin, llevando consigo víveres para pasar allí el verano totalmente ajenos al mundo de los hombres. Además, muchos budistas acuden al lago para celebrar una gran ceremonia que tiene lugar cada doce años, el año de la oveja en el calendario lunar tibetano.
En la orilla sureste podemos encontrarnos con la península de Zhaxi, otra de las maravillas de Namtso. Una hermoso lugar donde sus rocas calcáreas simulan bosques de piedra con extrañas formas, así como numerosas grutas largas y angostas, picos escarpados, escaleras naturales de piedra y muchos otros relieves que confieren al lugar un gran misterio y encanto.

El clima en Namtso está sujeto a cambios repentinos e inclementes tormentas de nieve. Cuando llega el verano, Namtso se llena de vida y actividad, recibiendo a numerosas aves que acuden al lago para anidar y alimentarse de los abundantes peces, mientras las praderas que lo rodean se engalanan de vivos colores, integrando el hogar de los yaks salvajes o la cabra azul del Himalaya.

Un lugar cuya contemplación nos hace comprender el por qué de su nombre. El Lago Celestial del Tíbet, un inmenso espejo creado por la naturaleza que refleja cielo y tierra. Un lugar que ampara desde hace siglos a los nómadas tibetanos, amos y señores de ese paraíso que casi acaricia la bóveda celeste, de sus majestuosas cumbres nevadas y sus llanuras infinitas, así como del gran Namtso, su fuente de vida material y espiritual.

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